Hemos cubierto un año intenso. Y nos damos cuenta que estamos llegando al final de un modelo. No nos queda otra que reconvertirnos.

Todo gira en torno a las personas que formamos parte de esta entidad. Quienes quieran mantenerse en su zona de confort verán cómo se aleja el tren. No es una ruptura es un proceso que viene anunciándose desde hace tres años, dirigirnos –desde el Tercer Sector- a un modelo productivo dentro de la economía social. Esto no quiere decir que no necesitemos la implicación de las administraciones o el empresariado, sino todo lo contrario, los necesitamos más que nunca; como ellos nos necesitan a nosotros.

Vemos cómo se han producido cambios que anuncian un modo diferente de hacer las cosas. Y aunque todavía es pronto para sacar conclusiones, resulta evidente que la ciudadanía –activa o no- ha dado su respaldo a propuestas renovadoras. Quizás por agotamiento o por cansancio, tal vez porque se han perdido tantas cosas en los últimos años que ahora sólo queda dirigir nuestros pasos hacia un lugar que -en el peor de los casos- hayamos elegido nosotros, aunque sea por descarte.

No lo hemos tenido fácil pero seguimos ofreciendo respuestas. Cuesta mantener los principios y valores sin deformarlos, incluso quedarse al margen de luchas cainitas, pero lo intentamos.

El esfuerzo acumulado se ha dejado sentir, es cierto. Y al mirarnos al espejo se notan los treinta años y se generan algunas dudas. Quizás crecer significa tomar conciencia de nuestras propias limitaciones. Y, al igual que les ha pasado a otras entidades del Tercer Sector, tendremos que reconocer nuestros nuevos rasgos, asumir que hemos perdido algunos matices sin darnos cuenta. Un difícil equilibrio hacerse mayores.

Todas las personas que formamos parte de Patim sabemos lo que significa alcanzar el final de un año. Pero lo más bonito es abrir uno nuevo, con todos los retos que tenemos por delante. El año que viene queremos dirigirnos a las personas y garantizar que contamos con ella para seguir adelante.

Feliz 2016.