La crisis está en su máximo esplendor. Y como siempre he comentado se trata de una crisis triple: del sistema productivo, financiero y político; pero no voy a adentrarme en ninguno de ellos. Hoy, a caballo de la cuarta revolución –la tecnológica-, quiero hablar de lo que me ocupa y preocupa: El Tercer Sector. Formado por personas que trabajan en ONG, fundaciones, entidades sociales y también, de una forma muy significativa, por personas voluntarias. Los avatares de este último año, tanto a nivel de trabajadores como de voluntariado, están poniendo de manifiesto el sentimiento de pertenencia. En algunos casos, dando más –haciendo más horas e intensificando sus tareas- pero en otros -lamentablemente- aprovechándose de “la crisis”.
El Tercer Sector tiene que redefinirse y reinventarse. Necesita un cambio necesario pero no como está sucediendo, en respuesta a una retirada -huída- de la administración pública, dejándonos a la mejor de nuestras suertes.
Hace falta una reconversión que contemple el rescate o ayuda, como los otros sectores lo están teniendo. No se nos puede dejar cargados de deudas. De problemas laborales. De desatención a las personas hacia las que dirigimos nuestros programas y servicios. Sé que por nuestra parte tenemos que aprender un idioma nuevo, una forma de organización más adecuada. Y, sobre todo, una manera de pensar afianzada en el siglo XXI. Pero lo que sí sabemos –y llevamos en nuestra mochila- es la fuerza de nuestros valores. En la mayoría de los casos, no ha sufrido ninguna crisis. Los que seguimos, nos estamos haciendo cómplices para mantener un sistema social que ha costado más de 30 años actualizar.
Hoy puedo decir estas palabras, dado que el 28 de enero de 2013, la Secretaría de Estado de Servicio Social e Igualdad creó la Comisión para el Diálogo Civil con la Plataforma del Tercer Sector, presidida por Luciano Poyato. En el preámbulo de la disposición, se reconocen –de forma oficial- las dimensiones del Tercer Sector de Acción Social, que engloba a 29.000 entidades en España. Un sector que proporciona servicios a más de cinco millones de personas. Que representa el 1,7 del Producto Interior Bruto. En el que trabajamos 500.000 personas, representando el 2,5 de la población ocupada en España. Y, a todos estos datos hay que añadir un millón de personas voluntarias –me atrevería a decir- a quienes no les importa el horario, que saben –desde su honradez- que colaboran con las entidades sin esperar nada a cambio.
En el Año Europeo de la Ciudadanía Activa hemos de ser conscientes –pero no sólo de pensamiento- que impulsar la tarea voluntaria es fomentar la participación social. Esta Comisión estatal que acaba de ver la luz, se puede enmarcar dentro de la estrategia Europea 2020 que, entre otras muchas otras cosas, recomienda la gobernanza eficaz en las políticas sociales, donde está incluida la participación de lo que hemos denominado Tercer Sector o sociedad civil.
Volvemos a estar en el lugar que siempre hemos ocupado –aunque muchas veces no se nos ha reconocido así-, siendo interlocutores e impulsores de una sociedad más justa. Como un agente social más en la construcción de un estado de derecho, democrático y participativo, un estado garante de la confianza de la sociedad civil.
Ir al original en la publicación impresa